Con la llegada de los meses más fríos del año, una variedad de la cebolla se convierte en protagonista de la gastronomía catalana: el calçot. Dejando a un lado las multitudinarias calçotades, se trata de un alimento con un sabor especial, diferenciado y, para muchos, exquisito. Unas cualidades que se ponen especialmente de manifiesto al maridarlo con una buena cerveza.

Así lo han entendido y puesto a la práctica en el restaurante Barnabier del Port Olímpic de Barcelona, convirtiéndolo en una tapa exquisita y fácil de comer, ideal para consumir como aperitivo o como un entrante a compartir antes de una buena comida.

Como en todo buen plato, el ingrediente es fundamental. Los calçots utilizados en Barnabier son de proximidad, ecológicos, sanos, cultivados con mimo en la localidad gerundense de Cassà de la Selva. Preparados en una tempura suave, de modo que se potencie el sabor del calçot, se sirven en formato tapa, dos calçots limpios y cortados por la mitad, con la imprescindible salsa en un recipiente al lado, para que disfrutarlos sea, además de sumamente sabroso, una tarea limpia y cómoda. Listos para “dipear” como se dice ahora o, lo que es lo mismo, a punto para mojarlos en la salsa y paladear su extraordinario sabor.

Un sabor que se potencia al máximo si, siguiendo los consejos de Joan Hernàndez Solé, ideólogo de esta especial tapa, la maridamos con una cerveza negra Bock Damm. En su opinión, “la cerveza negra es la bebida ideal para acompañar a estos calçots, por el contraste entre el fondo de regaliz de la cerveza y el sabor del calçot y la salsa, un sutil equilibrio entre lo dulce y lo amargo”.

Este espectacular maridaje entre cerveza y un alimento de temporada de la mejor calidad es ya el segundo de una serie que empezó hace pocos meses, con unos originales chips de alcachofa con jamón ibérico. Tras ella, en Barnabier aseguran que la saga continuará con nuevas propuestas de temporada, cocinadas con imaginación e ideales para tomar con una refrescante cerveza.

El invierno no tiene por qué significar quedarse en casa. Menos en una ciudad con un clima tan templado como Barcelona. Acercarse cualquier mediodía o a media tarde a Barnabier y sentarse en su terraza climatizada, aprovechando el sol si el día lo permite, para disfrutar de unos calçots y una buena cerveza mientras se contempla el mar, es uno de esos pequeños placeres que, a veces, no valoramos en su justa medida por estar demasiado a nuestro alcance pero que nos hacen sentir mucho mejor.